miércoles, 20 de abril de 2011
Sólo al cerrar los ojos.
Cierro los ojos e imagino que te tengo aquí, mirándome como sueles hacerlo en mis sueños. Y me tomas de la mano. No preguntes porqué, sólo lo haces. Largas una sonrisa, de esas que suelen parecerse a la perfección misma. Y sabemos que no existe dicha perfección, pero dime, si no existe, ¿qué haces tu aquí? Y mientras me guardo aquellas preguntas sobre el amor, comienzo a estudiarte por completo, de pies a cabeza. Te acaricio, sin que me agarren esas ganas de besarte completamente. Aún quiero seguir deseándote de esta manera loca y no perder esas ganas de poder hacerlo. Y te imagino acercándote a mi, sin soltarme la mano, sin quitarme la mirada de encima y con la misma sonrisa que no logro borrar de mi cabeza, por el simple hecho de que jamás la quitas de tu rostro. Y con la mirada me comienzas a responder preguntas. "¿Eres para mi?", "¿Hago bien en esperarte?", pero sin darme cuenta tu mirada sólo responde a mis labios que quieren ser rozados por los tuyos que tanto anhelo desde aquí. Cuanto más cerca te encuentras, más siento tu respiración, que me pide a gritos que jamás despierte para seguir viviendo en este sueño y así poder hacerlo interminable. Imagino que no has apartado la mirada de mi, y que aún sigues apretando mi mano dándome a entender que no hay deseos de soltarme nunca. Tu nariz, lentamente comienza a rozar mi mejilla derecha, aquella que, al igual que la otra, han tomado un color especial al sentir el calor de tu piel. Y lentamente desnudas mi oreja, descubriéndola detrás de mi cabello y repites sin vergüenza: "Te quiero, te deseo. Eres mía. No te alejes". Y apartándote de mi, te quedas mirándome fijo a los ojos y te observo. Te observo como siempre deseé hacerlo sin ninguna complicación. Y mientras mi cabeza, sin dudarlo, comienza a congelar este momento, sin bajar la mirada, mis labios comienzan a susurrarte: "Te quiero, te deseo. Soy tuya. No me dejes".
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