lunes, 11 de abril de 2011

Never forget you.

A veces, la mejor manera de querer, es irse. A veces lo mejor que uno puede hacer por la otra persona es simplemente no estar. Irse siempre es una decisión, no es algo que pasa porque sí. Es, de alguna manera, preservar lo querido, cuidarlo, protegerlo; guardarse una, y esconderse en una caja en donde se elige estar. Callar e ignorar todo lo visto. Que todo pueda ser en su imaginación, también, lo más horrible. Irse para no estar ni siquiera en sueños. Acomodar el equipaje para no dejar nada liberado al azar, sin dejar huellas, como si nunca se hubiera estado. Con el tiempo aprendés que lo único que te queda o lo que querés que quede de vos, es tu imagen, la imagen de lo que fuiste, y de lo que demostraste que realmente eras. Regalás tu recuerdo, tu sonrisa, tu simpatía, eso que nunca le alcanzó. Es preferible que piense que igual no valía la pena, ni era para tanto, que seguramente lo olvide y que siga con mi vida. Y esconder bien adentro las ganas de decirle, de pedirle que venga, que se escape para quedarse conmigo, y esa amargura de decir, ni siquiera te preocupaste por saber si lo que hice fue porque te olvidé. Pero me escaparé de tu vida por una sola razón. Me escaparé para no provocarte más confusión, por tu felicidad. Irse, aveces, es una maldad nacida de la ternura, sabelo.

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